Vi en redes sociales que este fin de
semana hay un club de lectura en donde van a hablar de esta novela, entonces
busqué el libro en versión digital para poder asistir. Fue una excelente
elección. Conforme avanzaba en la lectura me ponía a pensar en cómo tiene
aspectos que pueden aplicarse a nuestra realidad, aunque haya sido escrita hace
como 70 años.
La novela describe un mundo en donde los
países que conocemos ahora están aliados en tres potencias que están en una
guerra eterna. La trama se desarrolla en una de estas potencias llamada
Oceanía, se identifican tres clases sociales: miembros externos del Partido,
los miembros del círculo del Partido y los proles (las personas pobres). Solamente
hay un Partido que es dirigido por el Gran Hermano, este partido tiene varios
ministerios que trabajan para que la sociedad este constantemente vigilada, que
el pasado se manipule a beneficio del Partido y que las personas no puedan
expresar sus sentimientos libremente, incluso se está creando una nueva lengua
para ya no utilizar el idioma inglés y eliminar ciertas palabras y significados
que no favorecen las intenciones del Partido.
En esta ocasión no tuve personaje
favorito. No me esperaba el final, todavía me estoy recuperando de la impresión.
El mensaje que me dejó es que nuestra sociedad podría verse no tan alejada de
la historia que describe el autor, al contar con manipulación de la información
y una represión política y social, que es apoyada por un buen grupo de personas,
aunque no tan extrema como en la historia.
Hay varias partes interesantes en el
libro, pero este fragmento me llama la atención porque demuestra un poco que todavía
hay objetos del pasado que pueden encontrarse por ahí y que aun también algunas
personas cuenta con leves recuerdos:
“Winston
se preguntó a qué siglo pertenecerían las iglesias. Siempre era difícil
determinar la edad de un edificio de Londres. Cualquier construcción de gran
tamaño e impresionante aspecto, con tal de que no se estuviera derrumbando de
puro vieja, se decía automáticamente que había sido construida después de la
Revolución, mientras que todo lo anterior se adscribía a un oscuro período
llamado la Edad Media. Los siglos de capitalismo no habían producido nada de
valor. Era imposible aprender historia a través de los monumentos y de la
arquitectura. Las estatuas, inscripciones, lápidas, los nombres de las calles,
todo lo que pudiera arrojar alguna luz sobre el pasado, había sido alterado
sistemáticamente
—No
sabía que había sido una iglesia —dijo Winston.
—En
realidad, hay todavía muchas de ellas aunque se han dedicado a otros fines —le
aclaró el dueño de la tienda—. Ahora recuerdo otro verso:
Naranjas
y limones, dicen las campanas de San Clemente, me debes tres peniques, dicen
las campanas de San Martín.
No
puedo recordar más versos.
—¿Dónde
estaba San Martín? —dijo Winston.
—¿San
Martín? Está todavía en pie. Sí, en la Plaza de la Victoria, junto al Museo de
Pinturas. Es una especie de porche triangular con columnas y grandes
escalinatas.
Winston
conocía bien aquel lugar. El edificio se usaba para propaganda de varias
clases: exposiciones de maquetas de bombas cohete y de fortalezas volantes, grupos
de figuras de cera que ilustraban las atrocidades del enemigo y cosas por el
estilo.
—San
Martín de los Campos, como le llamaban —aclaró el otro—, aunque no recuerdo que
hubiera campos por esa parte.” (p.112)
Género: Político-Social
Año: 1948
Páginas: 343
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