Afuera
no deja de llover, todo el día a estado gris. Estoy con gripe y no fui al
trabajo. Entre dormir y sacudirme la nariz me leí este libro en día y medio. No
podía detenerme, si mis ojos se llenaban de lágrimas me esperaba un poco y lo
retomaba. Esto me sirvió para no pensar en quien no está y enfocarme en la
lectura, porque los días de lluvia suelen llenarme de recuerdos (últimamente leer
mucho me ayuda).
Compré
este libro en Argentina, movida por mi lado morboso o mi lado curioso (o ambos),
quise saber quién mató a Rita. Obtuvo el premio Liberaturpreis 2010, Alfaguara.
Es pequeño, con letra grande, dividido en tres partes.
Conforme
avanzaba en la lectura me invadió tanta lastima, pobre Elena, tener cualquier
enfermedad es triste, porque el cuerpo no vuelve a ser el mismo y se hace
dependiente al medicamento; y encima tener que averiguar quién mató a su hija. Además
haber tenido una hija tan grosera, ay me da tanta lástima que se maltrate a un
adulto mayor y más cuando hace cosas porque no las puede controlar.
Este
fragmento me parece que es un adecuado resumen: “Está nerviosa, lo cual no es bueno, porque cuando se pone nerviosa la
medicación tarda más en actuar. Pero no puede evitarlo. Hoy va a jugarse la
última carta para tratar de averiguar quién mató a su hija, hablar con la única
persona del mundo a la que cree que puede convencer de que la ayude. A cambio
de una deuda lejana en el tiempo, casi olvidada. Va a intentar cobrar esa
deuda, aunque Rita, si estuviera, no estaría de acuerdo, la vida no es un
trueque, mamá, hay cosas que se hacen porque sí, porque Dios manda. No va a ser
fácil, pero lo va a intentar. Isabel se llama la mujer a la que busca. No está
segura de sí se acordarán de ella. Cree que no. De Rita sí, le manda una postal
cada fin de año. Tal vez no sepa de su muerte.”