viernes, 25 de agosto de 2017

Mr. Mercedes de Stephen King

Creo que estaría de más hablar de un autor tan popular, sabemos que es un genio del terror y que suele ser bastante creativo en Twitter.

Este es un libro que no conocía y un día de tantos me lo prestaron, y definitivamente no he perdido mi tiempo. Esta novela policíaca relata como un policía retirado trata de capturar a un asesino y al mismo tiempo como ese asesino trata de acabar con el policía retirado, y lo digo de esta forma porque así es la narración, de manera intercalada se describen los movimientos de cada uno, lo que genera mucha ansiedad y agitación a la vez.

La tensión es constante, los personajes son fabulosos y la descripción es detallada sin ser exagerada. Conocemos al asesino desde el inicio, pero a lo largo del relato se nos explica las razones por las que es una persona mentalmente inestable. Al inicio son atropelladas 8 personas, más adelante tendremos otros fallecidos de manera cruel. Bill Hodges después de la jubilación no le encuentra mucho sentido a la vida, sus días son frente al televisor, hasta que Brady aparece dejándole claro que lo ha estado observando.

“—Aquí tienes —dice Brady, entregando a Jerome los helados, que ojalá estuvieran aderezados con arsénico. O quizá con warfarina. Si fuera esto último, se desangrarían por los ojos y las orejas y la boca. Además de por el culo. Se imagina a todos los niños del Lado Oeste soltando sus mochilas y sus preciados teléfonos móviles mientras la sangre mana de todos sus orificios. ¡De ahí sí saldría una buena película de catástrofes!
Jerome le entrega un billete de diez, y Brady, junto con el cambio, le da una galleta para el perro.
—Para Odell —dice.
—¡Gracias, señor! —contesta Barbara, y da un lametón a su cucurucho de chocolate—. ¡Qué rico!
—Disfrútalo, cariño.
Conduce la camioneta de Mr. Tastey, y a veces un Volkswagen para la Ciberpatrulla cuando hay algún servicio a domicilio, pero este verano su verdadero trabajo será el inspector G. William Hodges (ret.). Y asegurarse de que el inspector Hodges (ret.) hace uso de esa arma.
Brady se encamina de regreso a la fábrica de helados Loeb para devolver la camioneta y ponerse la ropa de calle. Respeta el límite de velocidad durante todo el recorrido.
Hombre precavido vale por dos.”

Nota: Este es el primer libro de una trilogía y espero que sean tan buenos como este.

domingo, 13 de agosto de 2017

El Psicoanalista de John Katzenbach

Afuera llueve a cantaros, no se escucha nada que no sean los golpes en el techo. Terminé el libro como hago últimamente: desesperada por llegar, con la boca abierta del asombro y mil pensamientos saltando. Movida por un poco de morbo y el seductor relato que me atrapó, yo necesita saber si el doctor Frederick Starks iba a morir.

El día del cumpleaños 53, el Dr. Starks recibe una anónimo en el cual dice que tiene 15 días para averiguar quién lo envió, si no lo consigue debe suicidarse o algún familiar morirá. El doctor por su personalidad pasiva y calculadora hace mucha reflexión y análisis en sus movimientos, lo que al principio no le sirve, ya que la persona que lo persigue tiene varias acciones bajo la manga para hacerlo reaccionar y actuar. El desconocido no trabaja solo, cada personaje es interesante y bien logrado, con una participación definida.

Me identificaba con la frustración del Dr. Starks, cada vez que daba un paso en firme había una nueva piedra en el camino, entonces yo también sentía un poco de impotencia. Es obvio que uno quiere llegar a la parte en donde se dice los motivos por los que el odio del autor de la nota tiene por un psicoanalista viudo y sin hijos, pero se debe tener paciencia. Este es un libro de suspenso psicológico, que deberán conocer.

“– ¿De veras has venido hasta aquí sólo para matarme? –preguntó.
– Sí –mintió Ricky.
– Adelante, pues. –El anciano le miraba fijamente.
– Rumplestiltskin siempre ha sido usted –dijo Ricky.
– No, te equivocas –repuso Lewis a la vez que sacudía la cabeza–. Pero yo soy quien lo creó. Por lo menos en parte.
Ricky se desplazó a un lado, adentrándose más en el estudio sin dejar de dar la espalda a la pared. Las mismas estanterías. Las mismas obras de arte. Por un instante, casi pudo creer que el año transcurrido entre las dos visitas no había existido. Era un lugar frío, que parecía reflejar neutralidad y una personalidad opaca; nada en las paredes ni en la mesa que revelara algo sobre el hombre que ocupaba el estudio, lo que, como Ricky pensó de modo sombrío, seguramente lo decía todo. No se precisa un diploma en la pared para acreditar que se es perverso. Se preguntó cómo no se había dado cuenta antes. Hizo un gesto con el arma para indicarle que se sentara en la silla giratoria de piel.
El doctor Lewis se dejó caer en ella con un suspiro.
– Me estoy haciendo viejo y, ya no tengo la energía de antes –dijo con aspereza.
– Ponga las manos donde pueda verlas –exigió Ricky.
El anciano levantó las manos y se dio unos golpecito s en la frente Con el dedo índice.
– Las manos no son lo verdaderamente peligroso, Ricky. Ya deberías saberlo. Lo verdaderamente peligroso, es lo que tenemos en la cabeza.” (p.443)

miércoles, 9 de agosto de 2017

Yo soy Malala de Malala Yousafzai con Christina Lamb

Cuando llegó a las librerías no dude en comprarlo, ya había escuchado un poco sobre la historia: a una joven pakistaní de 15 años, le dispararon cuando ella se dirigía a la escuela:

“Me dispararon un martes a la hora de comer. El jueves por la mañana mi padre estaba tan convencido de que iba a morir que dijo a mi tío Faiz Mohammad que la aldea empezara a preparar mi funeral. Me habían puesto en coma inducido, mis constantes vitales se deterioraban, tenía la cara y el cuerpo hinchados, y mis riñones y pulmón estaban fallando. Mi padre me dijo más tarde que era atroz verme conectada a todos aquellos tubos en un pequeño cubículo de cristal. Daba la impresión de que ya estaba muerta médicamente. Estaba devastado. Mi madre seguía rezando, apenas había dormido. Faiz Mohammad le había dicho que recitara la sura del Haj, el capítulo del Corán sobre la peregrinación, y ella recitó una y otra vez los doce versículos (58-70) sobre la omnipotencia de Dios. Dijo a mi padre que en su fuero interno sentía que viviría, pero él no veía cómo. Cuando el coronel Junaid vino a examinarme, mi padre le preguntó otra vez: «¿Sobrevivirá?». «¿Cree usted en Dios?», le preguntó el médico. «Sí», dijo mi padre. El coronel Junaid parecía ser un hombre de una gran profundidad espiritual. Su consejo fue acudir a Dios y que Él respondería a nuestras plegarias.”

Este libro es el que más he prestado, no dudo en que impacta y nos pone a reflexionar, no solo por las fuertes creencias del régimen talibán en contra de las mujeres, si no por la descripción de un país que tiene muchos años de atraso incluso en lo que nosotros consideramos básico (luz y agua). Malala no siguió las órdenes impuestas, ella lucho porque quería estudiar y esto casi le cuesta la vida.

El libro también cuenta anécdotas, opinión, describe el apoyo que tuvo Malala principalmente de su padre, así como de la cotidianidad y la realidad que se vive en el Valle de Swat:

“Una de las niñas de mi clase no volvió a la escuela aquel año. La habían casado en cuanto llegó a la pubertad. Parecía mayor para su edad, pero sólo tenía trece años. Poco después oímos que tenía dos hijos. En clase, mientras nos aprendíamos la formulación de los hidrocarburos en la clase de química, me imaginaba cómo sería dejar de ir a la escuela y ocuparse de un marido.”

Malala ganó el Premio Nobel de la Paz 2014, con 17 años es la persona más joven que lo ha ganado, tiene otros premios y una fundación. Ella es activista a favor de los derechos civiles, especialmente a que las niñas y mujeres puedan estudiar.